La razón por la que un año tiene 365 días es porque ese es el tiempo que le toma a la Tierra realizar una órbita completa alrededor del sol. Sin embargo, en realidad ese número es el resultado de un redondeo a la baja; en realidad, se necesitan poco más de 365 días para completar esa revolución. En su mayor parte, esa diferencia es insignificante, pero a medida que pasan los años, ese poco de tiempo no contabilizado comienza a acumularse gradualmente hasta llegar a un día entero. Un solo día no contabilizado no parece gran cosa, pero si dejamos ese día solo durante unos cientos de años, poco a poco nuestros calendarios se desalinearían con las estaciones reales. Con el tiempo, experimentaríamos un clima de verano durante las vacaciones de diciembre.
Para evitar que se produzca esta molestia a gran escala, utilizamos los años bisiestos, en los que se añade un día extra al mes de febrero cada cuatro años. Al contabilizar adecuadamente ese día extraño una vez que se suma, el resto del calendario permanece perfectamente alineado (al menos hasta que el tiempo se suma nuevamente).