La tragedia del vuelo 191 de American Airlines en mayo de 1979 sigue siendo el accidente aéreo más mortífero en Estados Unidos. El desastre ocurrió cuando un motor se cayó del avión mientras despegaba del Aeropuerto Internacional O’Hare, como resultado de problemas no detectados luego de trabajos previos en los motores del avión. Un total de 273 personas murieron cuando el avión no pudo recuperar el control y se estrelló a los 31 segundos del despegue. El vuelo 191 era un DC-10-10 y, lamentablemente, no sería el único perdido en tal desastre.
En noviembre de ese mismo año, el vuelo TE901 de Air New Zealand, otro DC-10, se estrelló contra el monte Erebus durante un recorrido aéreo por la Antártida. Esta tragedia, supuestamente resultante de las difíciles condiciones y de la confusión con la trayectoria de vuelo proporcionada por los instrumentos, provocó 257 muertes. Estos desastres contribuyeron a que el DC-10 tuviera un panorama negativo al principio de su vida, hasta el punto de que el modelo tuvo que dejar de fabricarse en 1988.
Aunque los trabajos de mantenimiento y el lanzamiento de los modelos posteriores de la familia DC-10 tuvieron como objetivo solucionar problemas como fallas en el actuador eléctrico utilizado en las puertas de carga, no hay duda de que la imagen de la familia en la industria se habría visto afectada negativamente por estos horribles eventos. No obstante, se lanzaron varias versiones del DC-10.