Las maniobras de salida de órbita realizadas por la ESA en 2011 consumieron todo el combustible restante de la nave. Luego se lo dejó en una trayectoria que le permitiría caer naturalmente a la superficie de la Tierra. A la ESA le resultó difícil predecir exactamente cuánto duraría este proceso, pero originalmente predijo que la nave descendería en algún momento de los siguientes 15 años. Esto también significó que, si bien la ESA podía monitorear el satélite, la organización no podía realizar más maniobras para controlar dónde eventualmente se estrellaría. Sus científicos simplemente tuvieron que observar la caída del satélite y monitorearlo de cerca para asegurarse de que los escombros resultantes no causarían ningún daño.
Se observó por primera vez que el ERS-2 comenzaba su descenso el 2 de febrero y la ESA compartió actualizaciones en vivo en su sitio web mientras monitoreaba el accidente planeado. Estas actualizaciones informaron principalmente sobre la ventana cada vez más pequeña durante la cual la nave rompería la atmósfera. Sus científicos intentaron predecir la densidad del aire, los patrones climáticos y muchas otras variables que podrían afectar cuándo y dónde aterrizaría la nave. Estas predicciones se volvieron cada vez más precisas a medida que el satélite descendía.