El proceso de impresión 3D es increíble de contemplar para los recién llegados a esta tecnología. Algunas de las formas más comunes de impresión 3D incluyen la estereolitografía, el modelado por deposición fundida y el procesamiento digital de luz. Los detalles difieren ampliamente entre los métodos. En SLA, por ejemplo, se utilizan secuencialmente un láser ultravioleta y un horno ultravioleta para formar y luego tratar los materiales de resina. Las impresoras DLP son considerablemente más rápidas porque calientan la superficie para derretirla, ahorrando un paso.
Sin embargo, cualquiera que sea la forma de impresión 3D que se utilice, el proceso se reduce a un acto específico: fundir y remodelar los plásticos. Para este fin se suelen utilizar temperaturas de alrededor de 220 °C con filamentos PLA, lo que significa que los operadores deben tener cuidado al utilizar sus impresoras para evitar posibles riesgos de quemaduras.
Un informe de seguridad de impresoras 3D de abril de 2017 de Universidad de Concordia señala que otro principal problema de seguridad a tener en cuenta con las impresoras 3D es el de los productos químicos emitidos por el proceso: «Los estudios sobre el procesamiento térmico del plástico muestran que los equipos de extrusión industrial emiten[s] sustancias peligrosas. Incluso a temperaturas moderadamente altas (p. ej., 170-240°C), se emiten sustancias gaseosas durante el procesamiento térmico del termoplástico».
La proliferación de microplásticos es un motivo de preocupación mundial, pero ¿qué impacto pueden tener potencialmente las emisiones de las impresoras 3D en nuestra salud? A continuación, veremos qué tienen que decir las últimas investigaciones al respecto.