Después del final de la Segunda Guerra Mundial, el mundo se encontraría de lleno en las garras de la Guerra Fría durante el resto del siglo XX. Irónicamente, el nuevo e inquietante espectro de la aniquilación nuclear hizo que los tanques parecieran una marca curiosa de la guerra convencional, a pesar de ser el avance innovador de la modernidad apenas unas décadas antes.
En la Unión Soviética, el desarrollo de tanques alcanzó nuevas alturas a medida que el Ejército Rojo buscaba mantener una fuerza blindada formidable capaz de contrarrestar el poder militar de las potencias occidentales. Los tanques soviéticos como el T-54 y su sucesor, el T-55, se convirtieron en símbolos omnipresentes de la destreza militar soviética, famosos por su confiabilidad, simplicidad y adaptabilidad a diversos roles de combate.
A la vanguardia del diseño de tanques soviéticos estaban los Tanque de batalla T-62 y el T-64, un innovador tanque de batalla principal equipado con características avanzadas como blindaje compuesto, un cañón de ánima lisa y un sistema de carga automática. El T-64 representó un importante avance en la tecnología de guerra blindada, sentando las bases para el desarrollo de futuros diseños de tanques soviéticos.
Además de los tanques convencionales, la Guerra Fría vio la proliferación de vehículos blindados especializados diseñados para funciones específicas, como reconocimiento, apoyo de artillería y guerra antitanques. Estos vehículos, como la serie soviética de BMP, proporcionaron un apoyo esencial a las formaciones blindadas y contribuyeron a la flexibilidad y eficacia generales de las fuerzas blindadas modernas.