El vacío que constituye la fuerza de una bomba de este tipo se debe a que el agua se expande unas 1.500 veces al evaporarse. La clave, entonces, es dirigir toda la presión atmosférica hacia donde se necesita: hacia la condensación. El motor de Newcomen funcionaba según el mismo principio, pero el vacío era producido por un haz que se movía de forma similar a un metrónomo. Un extremo estaba conectado a la válvula y el otro a la caldera, y el movimiento permitía que se bombearan suministros constantes de vapor y agua enfriada (para asegurar la condensación) dentro de la máquina a la mina.
Estos motores no eran simplemente para abordar las aguas subterráneas en las minas. De hecho, Savery también encontró utilidad al proporcionar fuentes de agua para hogares más grandes y con mayor necesidad de suministro. Sin embargo, había mucho más por venir para las máquinas de vapor. En 1769, el ingeniero militar Nicolas-Joseph Cugnot creó un tractor propulsado por vapor. Estos vehículos no necesitaban evaporar y condensar agua constantemente, pero sí dependían de un suministro de agua y una caldera fuerte, sin mencionar las pausas frecuentes para generar más vapor.
Estos primeros inventos, naturalmente, no nos sorprenderían en la era tecnológicamente avanzada de hoy. Después de todo, el primer vehículo de Cugnot no podía superar los 4 km/h. La energía del vapor es una rareza en la actualidad, y se ve principalmente en ciertas locomotoras clásicas. Aun así, fueron avances cruciales para el ingenio de la humanidad y deberían celebrarse como tales.