Si divides un automóvil en dos, encontrarás un sistema nervioso de cables recorriéndolo. No muy diferentes al cuerpo humano, estos cables mantienen los componentes de su vehículo en funcionamiento y, si uno se corta, todo el sistema se apagará.
El problema que enfrentan los fabricantes de automóviles es que a medida que los vehículos se vuelven más avanzados, requieren más cableado o más grueso. Los vehículos más antiguos contaban con menos componentes eléctricos que los modelos más nuevos. Las ventanas eléctricas, los seguros eléctricos, el control de clima, la dirección asistida, la iluminación y la radio se encuentran entre los más comunes, pero a medida que los automóviles se vuelven más avanzados, también lo hacen sus sistemas eléctricos.
En términos simples, cada uno de estos sistemas es parte de una red de entradas y respuestas, como una computadora doméstica. El usuario ingresa un comando, como bajar la ventana, y un sensor hace ping a un controlador central que se comunica con el actuador de la ventana. Esto distribuye la potencia y la respuesta necesaria para mover el cristal hacia abajo. Con el sistema actual, hay cableado desde el sensor de ventana al controlador central, que luego se conecta a un actuador. Extrapola ese proceso a cada sensor de un automóvil y tendrás kilómetros de cable en un vehículo.
A medida que los cables se han vuelto más gruesos y abundantes para acomodar el sistema de 12 voltios, se ha contribuido a un fenómeno conocido como hinchazón del automóvil que está impactando el costo financiero y ambiental de los vehículos. El cableado modular de Tesla a través de un sistema de 48 V tiene como objetivo reducir el volumen de cables y simplificar la forma en que los componentes se comunican con la computadora central.