Este espíritu emprendedor llevaría a Allender a hacer lo que otros podrían considerar absurdo. ¿El empleado que le sugirió que llamara a la empresa de paracaídas y les vendiera su propio producto? Como agradecimiento, Allender le regaló el coche de su elección, que en este caso resultó ser un Cadillac. Resulta que este puede haber sido el evento que primero le metió en la cabeza la idea de vender Cadillacs a trabajadores manuales, pero no actuó en consecuencia durante décadas.
Cuando Chevrolet lanzó su modelo 1955 recientemente rediseñado, no sólo lucía el primer motor V8 de bloque pequeño nuevo desde 1912 (uno que impulsó algunos de los vehículos más geniales de Chevrolet), pero su estilo rezuma elegancia, lo que lo hace parecer sorprendentemente similar a un Cadillac. Cuando Allender lo vio, supo que había llegado el momento de vender Caddys a Average Joe’s.
Ya tenía todas las piezas sobrantes que cualquiera pudiera desear escondidas en sus numerosos almacenes. A lo largo de los años, había conseguido contratos con concesionarios en todo Detroit para comprar convertibles a precios reducidos. Ahora sólo necesitaba un diseñador y un prototipo.
Allender acudió a Creative Industries, la empresa independiente responsable tanto del Packard Panther como del Ford Atmos. Allí conoció a Cyril Olbrich. Allender rápidamente nombró a Olbrich su ingeniero de producción principal y ambos comenzaron a trabajar en un prototipo utilizando fibra de vidrio, relleno de plomo y, por supuesto, la gran cantidad de repuestos de sus almacenes.
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