En la década de 1970, Estados Unidos sufrió una importante crisis petrolera. Y la respuesta del gobierno a esto fue implementar políticas para alentar a los fabricantes de automóviles a fabricar automóviles más eficientes en el consumo de combustible. Entonces, los estándares corporativos de economía promedio de combustible (CAFE) se establecieron para garantizar que los vehículos cotidianos consumieran menos combustible y emitieran menos emisiones de carbono.
Pero aquí es donde las cosas empiezan a ponerse interesantes. La ley reconoce los vehículos en dos grandes categorías. En primer lugar, están los turismos (pensemos en sedanes y furgonetas) que tienen requisitos más estrictos sobre la cantidad de combustible que pueden utilizar por kilometraje. Luego, están las camionetas livianas, que en el pasado significaban camionetas. A estos vehículos más grandes e industriales se les dio un poco más de margen de maniobra en materia de economía de combustible debido a las tareas pesadas para las que fueron diseñados.
Entonces, los fabricantes de automóviles tuvieron la brillante idea de simplemente convertir las camionetas en algo que usarías todos los días, no solo para transportar cargas pesadas. Así nació el SUV.
Ahora bien, esto no termina aquí. Los estándares CAFE también miden un automóvil por su huella, que en realidad es la dimensión del automóvil y el espacio que ocupa en la carretera, marcado por sus neumáticos. Los autos más grandes ocupan una mayor huella y, curiosamente, eso significa que no tienen que ser tan eficientes en combustible como los autos más pequeños.
Entonces, si bien el objetivo original detrás de estas leyes era conservar combustible y proteger el medio ambiente, también, sin darse cuenta, empujaron a los fabricantes de automóviles a pensar en grande, literalmente. Es por eso que hoy somos testigos de cómo los autos que antes eran compactos se vuelven más grandes y nuestras carreteras y lotes se llenan con más SUV que nunca.