Por qué es importante: A medida que las empresas se apresuran a lanzar megaconstelaciones de satélites de Internet, el embotellamiento en la órbita terrestre baja se vuelve ridículo. Y resulta que todos esos satélites que se queman en la atmósfera al reingresar podrían tener un efecto secundario desafortunado aquí en la Tierra: agotar la capa de ozono que nos protege de la dañina radiación ultravioleta.
Ése es el alarmante hallazgo de un nuevo estudiar por investigadores de la Aerospace Corporation. Según sus modelos, el principal subproducto que se crea cuando los satélites se incineran en la atmósfera son las nanopartículas de óxido de aluminio, que pueden permanecer en la atmósfera durante décadas. Esas partículas podrían ser catalizadores de reacciones químicas que destruyen las moléculas de ozono.
El Protocolo de Montreal de 1987 eliminó con éxito los clorofluorocarbonos que agotan la capa de ozono y pareció controlar el agujero de la capa de ozono. Pero ese logro podría perderse si seguimos lanzando satélites a un ritmo cada vez mayor.
Se estima que en 2022, unas 17 toneladas métricas de óxido de aluminio cayeron a la atmósfera superior desde satélites en descomposición, un aumento del 29,5% por encima de los niveles normales, según la investigación. Puede que no parezca mucho, pero esto fue sólo el comienzo.
Si finalmente conseguimos las megaconstelaciones completas propuestas por empresas como Enlace estelar, abrazos, Amazon y otros, los modelos sugieren que se podrían inyectar más de 360 toneladas métricas por año de óxido de aluminio en la estratosfera en el momento de la reentrada. Son suficientes partículas adicionales para agotar nuevamente los niveles de ozono.
«Descubrimos que la desaparición de un satélite típico de 250 kg puede generar alrededor de 30 kg de nanopartículas de óxido de aluminio, que pueden permanecer en la atmósfera durante décadas», señala el estudio.
Sin embargo, no todos están de acuerdo con esta investigación. Daniel Cziczo de la Universidad Purdue tiene algunos problemas con la metodología utilizada, narración The New York Times que puede exagerar la magnitud del problema «al aplicar el tamaño, la composición y la química incorrectos a las partículas que existen en la atmósfera». Pero está de acuerdo en que ésta es un área que requiere más estudios.
Por ahora, los organismos reguladores que supervisan la industria espacial apenas están comenzando a comprender estos posibles impactos ambientales. El Comité de las Naciones Unidas sobre los Usos Pacíficos del Espacio Ultraterrestre publicó directrices de sostenibilidad que pedían una regulación en 2019. Y la FCC solo aprobó 7.500 de los satélites previstos por SpaceX en 2022, de los 30.000 previstos.
Una gran incógnita es si el Protocolo de Montreal podría ampliarse para limitar las partículas provenientes de satélites, además de los gases que agotan la capa de ozono que ya regula. Por ahora, los científicos atmosféricos sólo pueden modelar los peores escenarios a medida que las megaconstelaciones continúan creciendo.