Cuando los científicos japoneses quisieron aprender más sobre cómo se podrían haber utilizado las herramientas de piedra molida que databan del Paleolítico superior temprano, decidieron construir sus propias réplicas de azuelas, hachas y cinceles y utilizaron esas herramientas para realizar tareas que podrían haber sido típicas. para esa época. Las fracturas y el desgaste resultantes les permitieron desarrollar nuevos criterios para identificar las funciones probables de herramientas antiguas, según un artículo reciente publicado en la Revista de Ciencias Arqueológicas. Si este tipo de rastros se encontraran realmente en herramientas genuinas de la Edad de Piedra, sería evidencia de que los humanos habían estado trabajando con madera y técnicas de pulido mucho antes de lo que se creía.
El desarrollo de herramientas y técnicas para trabajar la madera comenzó de manera simple, con la fabricación de herramientas más toscas como lanzas y palos arrojadizos comunes a principios de la Edad de Piedra. Los artefactos posteriores que datan de los períodos Mesolítico y Neolítico fueron más sofisticados, ya que la gente aprendió a usar herramientas de piedra pulida para hacer canoas, arcos, pozos y construir casas. Los investigadores suelen fechar la aparición de esas herramientas de piedra hace unos 10.000 años. Sin embargo, los arqueólogos han encontrado muchos artefactos de piedra con bordes molidos que datan de hace 60.000 a 30.000 años. Pero no está claro cómo se podrían haber utilizado esas herramientas.
Así que Akira Iwase, de la Universidad Metropolitana de Tokio, y sus coautores hicieron sus propias réplicas de azuelas y hachas a partir de tres materias primas comunes en la región hace entre 38.000 y 30.000 años: rocas de seminefrita, rocas de hornfels y rocas de toba. Usaron un martillo de piedra y un yunque para crear varias formas ovaladas largas y pulieron los bordes con arenisca de grano grueso o toba de grano medio. Había tres tipos de réplicas de herramientas: las de tipo azuela, con el borde de trabajo orientado perpendicular al eje longitudinal de un mango doblado; tipos de hacha, con un borde de trabajo paralelo al eje largo del mango doblado; y los de tipo cincel, en los que se colocaba una herramienta de piedra al final de un mango recto.
Luego llegó el momento de probar las réplicas de herramientas mediante diez experimentos de uso diferentes. Por ejemplo, los autores utilizaron herramientas tipo hacha para talar cedros y arces japoneses en el centro norte de Honshu, así como en un bosque cerca de la Universidad Metropolitana de Tokio. Se utilizaron herramientas tipo hacha y azuela para hacer una canoa y lanzas de madera, mientras que se utilizaron herramientas tipo azuela y cincel para raspar la corteza de higo y pino. Raspaban la carne y la grasa de pieles frescas y secas de ciervo y jabalí utilizando herramientas tipo azuela y cincel. Finalmente, utilizaron herramientas tipo azuela para desarticular las articulaciones del fémur y la tibia de las extremidades traseras de los ciervos.
El equipo también realizó varios experimentos en los que las herramientas no se utilizaron para identificar fracturas accidentales no relacionadas con ninguna función de uso de herramientas. Por ejemplo, las lascas y las hojas pueden romperse por la mitad durante el tallado del pedernal; transportar herramientas en, por ejemplo, pequeñas bolsas de cuero puede provocar descamaciones microscópicas; y pisotear herramientas dejadas en el suelo también puede modificar los bordes. Todos estos escenarios fueron probados. Todas las herramientas utilizadas tanto en los experimentos de uso como en los de no uso, fueron examinadas en busca de rastros macroscópicos y microscópicos de fractura o desgaste.
Los resultados: lograron identificar nueve tipos diferentes de fracturas macroscópicas, varias de las cuales solo se observaban al realizar movimientos de percusión, particularmente en el caso de la tala de árboles. También se encontraron huellas microscópicas reveladoras resultantes de la fricción entre el borde de la madera y la piedra. Cortar las astas y los huesos causó mucho daño a los bordes de las herramientas tipo azuela, creando fracturas por flexión largas y/o anchas. Las herramientas utilizadas para la desarticulación de las extremidades causaron fracturas por flexión bastante grandes y cicatrices descamativas más pequeñas, mientras que sólo nueve de 21 herramientas de raspado mostraron signos macroscópicos de desgaste, a pesar de cientos de golpes repetidos.
Los autores concluyeron que el examen de los patrones de fractura macroscópicos por sí solos es insuficiente para determinar si una determinada herramienta de piedra se había utilizado con percusión. El micropulido resultante de la abrasión tampoco es un indicador inequívoco por sí solo, ya que los movimientos de raspado producen un micropulido similar. Sin embargo, la combinación de los dos arrojó conclusiones más confiables sobre qué herramientas se habían utilizado por percusión para talar árboles, en comparación con otros usos, como la desarticulación de huesos.
DOI: Revista de Ciencias Arqueológicas, 2024. 10.1016/j.jas.2023.105891 (Acerca de los DOI).