Nuestros cuerpos son el hogar de billones de microbios, incluidas bacterias, virus, hongos y muchos otros. Ahora, los científicos de Stanford han descubierto una clase completamente nueva de entidades biológicas dentro de nosotros, a las que han llamado obeliscos.
El microbioma que todos llevamos con nosotros es tan vasto que todavía estamos aprendiendo regularmente cosas nuevas sobre su composición y cómo afecta nuestra salud. De vez en cuando se descubren nuevas cepas de bacterias o virus allí, pero no es frecuente que los científicos descubran un grupo completamente nuevo de entidades que no encajan en ninguna categoría conocida.
El equipo de Stanford los llama obeliscos, gracias a su estructura en forma de bastón, y son una especie de cruce entre virus y viroides. Todos estamos familiarizados con los primeros, mientras que los viroides son moléculas de ARN más simples que pueden replicarse cortando y reformando su genoma, pero no producen proteínas y carecen de una capa protectora. Los obeliscos tienen la estructura básica de los viroides, pero al igual que los virus, sus genomas simples parecen codificar proteínas previamente desconocidas que los científicos llaman «obulinas».
Resulta que los obeliscos son muy comunes y sorprendentemente diversos. Los científicos descubrieron casi 30.000 tipos diferentes de ellos en muestras de microbioma tomadas de más de 400 personas de todo el mundo. Se encontraron en aproximadamente el 50 % de las muestras de microbioma oral analizadas y en el 7 % de las muestras intestinales. Parece que han eludido la detección hasta ahora porque no se parecen a nada más que conozcamos.
«Encontramos que los obeliscos forman su propio grupo filogenético distinto sin secuencia detectable o similitud estructural con agentes biológicos conocidos», escriben los investigadores en el artículo.
Qué hacen exactamente en nuestros cuerpos sigue siendo un misterio por ahora. Podrían ayudar o dañar a sus huéspedes, que podrían no ser nosotros directamente, sino bacterias u hongos que llaman hogar a nuestros cuerpos. Hasta el momento, el principal candidato es el sangre de estreptococos bacteria, que reside en la placa dental. Los investigadores dicen que esta especie de bacteria fácil de cultivar sería el mejor punto de partida para estudiar más a fondo los obeliscos.
El estudio aún no ha sido revisado por pares, pero está disponible como preimpresión en bioRxiv.
Fuente: La conversación a través de Naturaleza