Los detalles metabólicos son importantes para predecir la salud en el mundo moderno, dice Ocobock. La misma programación genética que surgió para proteger a alguien en el Ártico (como un IMC alto y un metabolismo más rápido) podría convertirse en un problema. Muchos de los sujetos del estudio de Ocobock tenían sobrepeso y obesidad y tenían niveles normales de colesterol y azúcar en sangre. Ser “gordo pero en forma” que ha sido beneficioso en condiciones de frío extremo, “ahora también podría estar desmoronándose debido al cambio climático y podría conducir a un empeoramiento de la salud”, afirma. Si las dietas y los niveles de actividad de las personas siguen siendo los mismos, pero sus tasas metabólicas disminuyen a medida que el clima se calienta, su riesgo de obesidad aumentará. «La reducción de las tasas metabólicas en reposo entre los hombres podría ser un encarnación del cambio climático”, afirma.
En febrero, Ocobock viajó a Inari, Finlandia, que se encuentra a 165 millas al norte del círculo polar ártico. Febrero suele ser el mes más frío del año, con máximas de alrededor de 15 grados Fahrenheit. Este año, varios días superaron los 40 grados. “Así que, literalmente, en febrero, hubo días en los que no me molesté en llevar abrigo en el Círculo Polar Ártico. Eso es un profundo desastre”.
Pero los expertos advierten que las adaptaciones biológicas por sí solas no determinan si alguien está hecho para soportar el frío. Por un lado, los humanos sólo emigraron a climas más fríos hace menos de 100.000 años, un parpadeo en las escalas de tiempo evolutivas. «Algunas de estas adaptaciones en realidad no son tan dramáticas como pensamos», dice François Haman, que estudia fisiología térmica en la Universidad de Ottawa, Canadá. Haman señala que rasgos como el tamaño y la forma del cuerpo, las manos, los pies y las orejas varían mucho dentro de cualquier población, al igual que la cantidad de grasa parda de una persona.
«Cuando un rasgo es muy variable, como lo que vemos en el frío, nos damos cuenta de que el comportamiento era en realidad más importante para sobrevivir que la genética», dice Haman. Lo más importante es que el individuo aprenda a adaptarse a las riesgos de lugares fríos, como el riesgo de caer a través de la fina capa de hielo de un lago, o el riesgo de no vestirse adecuadamente. «Qué [cold-dwelling populations] Lo que no tenemos son miles de años de práctica de vivir en condiciones de frío. Su comportamiento y su toma de decisiones son mucho, mucho mejores que los nuestros”, continúa Haman. (Por ejemplo, la ropa de piel de caribú fabricada por las poblaciones inuit hace mas calor que los uniformes de invierno estándar del ejército canadiense).
Dicho esto, hay un factor X que no parece ni genético ni aprendido: si te gusta tener frío. Levy y Ocobock son ambos de Michigan, pero Levy odia el frío. Ocobock percibe percepciones contradictorias entre los pastores y también entre los finlandeses. «Abarca toda la gama, tal como se espera de cualquier otro lugar», dice. «Incluso los finlandeses nativos que han estado allí toda su vida, y también sus familias, hay algunos que no soportan el invierno».