Conducir un Volkswagen Beetle clásico es como retroceder en el tiempo. Estos coches viejos de los años 60 son bastante básicos. Tienen lo suficiente en el tablero: un velocímetro para indicarle qué tan rápido va, un indicador de combustible y poco más. Esta simplicidad es parte de su encanto, pero no esperes las características de seguridad a las que estamos acostumbrados hoy.
La experiencia de conducción de un Beetle clásico dista mucho de los estándares de rendimiento actuales. Con un modesto motor de 1.2 litros que produce alrededor de 40 caballos de fuerza, estos autos no se tratan de velocidad o aceleración. En cambio, ofrecen un estilo de conducción relajado, casi pausado. Maniobrar entre el tráfico en estos vehículos es sorprendentemente ágil, especialmente en el rango de 20 a 40 mph, gracias a su torque adecuado a pesar de la baja potencia. Conducir estos coches significa lidiar con una transmisión manual de la vieja escuela. Puede ser complicado pero también divertido una vez que lo dominas. La dirección y el frenado necesitan más fuerza que en los automóviles modernos, lo que te hace sentir más conectado con la conducción.
Más allá de la mecánica, conducir un Volkswagen Beetle clásico es una experiencia social. Un denominador común de estos vehículos es que normalmente provocan sonrisas e historias nostálgicas de los espectadores y compañeros conductores, lo que refleja una época en la que los coches tenían personalidades distintas. En general, no ganarás ninguna carrera con un Beetle, pero pasear por la ciudad puede resultar bastante animado, especialmente a velocidades más bajas.