Vértigo. Eso es lo que siente la joven Carmen -o Klei C, según su apodo en Twitch, la plataforma de moda para emitir contenidos por internet en directo- cuando enciende su cámara y su micrófono y ve que apenas hay uno o dos espectadores al otro lado de la pantalla. «Cuando los grandes como Ibai Llanos anuncian que van a empezar su directo es impresionante, en segundos tienen miles de seguidores.
Pero en pequeños ‘streamers’ como nosotros eso es extraño. Tenemos opciones para evitar ver el número de espectadores, y aunque a veces lo quitaba, no verlo tampoco me deja del todo tranquila. Además, a veces luego se anima gente, así que yo siempre hablo en plural, digo: ‘Para
los que estéis o para los que vayáis llegando’. De media me ven unas ocho o nueve personas», cuenta esta andaluza de 22 años, licenciada en Bellas Artes, que abrió su rincón de charlas sobre música y doblaje el primer verano de pandemia «por salud mental».

Aunque pueda parecer anecdótico, emitir para grupos que cabrían en un ascensor es, sin embargo, el día a día de la inmensa mayoría de usuarios de Twitch. Los exitosísimos creadores de contenido patrios, como Auronplay, Ibai Llanos o The Grefg -quien reunió este lunes a más de un millón de espectadores en la gala de premios Esland, que reconocen a los mejores creadores de contenido de 2021- son una excepción. El 90 por ciento de las emisiones de Twitch tienen menos de tres espectadores de media, según el ingeniero informático Kilian Arjona, que durante la pandemia creó un algoritmo que monitoriza la actividad en español de la plataforma, propiedad de Amazon. Aproximadamente un cuarto de las emisiones, apunta este experto, no llega a verlas nadie. O consiguen solo un curioso.
«Tener una media de más de seis espectadores a lo largo del mes te coloca entre el 5 por ciento de los canales más populares.
Tener más de 29, entre el 1 por ciento», cuenta Arjona. «Los datos son demoledores. Ser conocido o que te vea alguien es ya un hito». Los datos «superexactos» por países, señala este experto, los tiene Twitch, que solo ofrece cifras globales: cerca de treinta millones de usuarios se asoman a la plataforma cada mes, y unos siete millones se animan a crear contenido.
Con los pies en la tierra
«Si alguien se mete pensando que mañana va a lograr entrevistar a Messi o que se va a hacer rico va mal, realmente hay pocas esperanzas de que eso suceda. Pero si tienes un grupo de amigos, os gusta jugar a un videojuego y además queréis compartir vuestras aficiones con una pequeña comunidad, en realidad esos son los momentos valiosos para el 99,9 por ciento de los mortales», señala Arjona. Algunas estrellas del medio, como Ibai Llanos, tratan de recordar a sus seguidores, sobre todo a los más jóvenes, que el sueño de ser ‘streamer’ es tan difícil de materializar como el de ser futbolista o actor de Hollywood: «Es muy difícil vivir de Twitch. No os fijéis en la vida que tengo yo, o The Grefg o Auronplay o IlloJuan, como estos hay dos o tres. Yo lo enfocaría como un ‘hobby’…», cuenta el joven bilbaíno, que cita de memoria que apenas el uno por ciento de los creadores de contenido de Twitch puede vivir de ello. «Seguid siempre con vuestros estudios y en el tiempo libre, ‘streamead’. No tenéis que dejar atrás vuestros sueños y si os gusta ser creadores de contenido podéis intentarlo, pero siempre teniendo claras las prioridades de vuestra vida».

Su mensaje parece haber calado en muchos usuarios relativamente nuevos de la plataforma, como Kenyi Ken, pseudónimo tras el que se esconde Víctor, un joven alicantino de 27 años que también empezó a jugar a videojuegos como el LOL en directo a raíz de la pandemia: «Yo llevo trabajando desde los 18 años y me han enseñado a ser un currante. Actualmente ni espero ni puedo vivir de Twitch. Es simplemente un ‘hobby’. La gente se sorprende, porque yo realmente trabajo en un McDdonalds. Tuve hace años un canal en Youtube, pero dejó de gustarme y lo borré todo. En la pandemia entré en Twitch. A partir de ahí muy bien, aunque de media tengo unos ocho espectadores», señala.
Aunque sabe lo que es sentir que no había nadie al otro lado, prefiere quedarse con los buenos recuerdos, como el torneo de LOL que montó con unos amigos y que enganchó a más de sesenta curiosos. «No me preparo los directos, soy un ‘show’ y me sale solo. Pero sí he buscado muchos vídeos sobre las herramientas para configurar alertas, la interfaz de usuario…».
De momento, Víctor no ha llegado a ser de esos 850.000 usuarios, según datos de Twitch, que reciben una remuneración por su trabajo en la plataforma. Para monetizar el contenido hay que entrar, al menos, en el ‘programa de afiliados’ del servicio, que exige tener al menos 50 seguidores, emitir contenido durante ocho horas en siete días diferentes y tener una audiencia media de tres espectadores. Y mantener todo ello al menos treinta días. En otro nivel están los ‘partners’, a los que se les pide una dedicación mayor.

Quien sí ha logrado recibir su primer ‘sueldo’ es Marc (Marcus97), un administrativo de 24 años aficionado a los videojuegos, «un sector con mucha competencia». Ahora tiene 600 seguidores y unos diez espectadores de media en cada directo. «Empecé en serio en mayo de 2021 e intento emitir contenido siempre que el trabajo me lo permite. Y se nota la mejoría cuando tienes más dedicación», apunta el joven, que ha pausado su directo jugando a Rust -un juego de supervivencia- para charlar con ABC.
Él ha invertido unos 1.200 euros en el equipo que usa para compartir con sus seguidores sus partidas. «Tengo dos pantallas, un buen micro, una capturadora, la consola…».
Además, ha creado una pequeña comunidad de pequeños jugadores (LGS) en la que hay unos 60 creadores de contenido con pocos espectadores que se «ayudan y se apoyan». «Creé un grupo por Discord -una aplicación de chat en texto, audio y vídeo muy utilizada por los usuarios de Twitch-. Al principio, y yo aún sigo en esa fase, es complicado, porque te esperas otra cosa y a veces no hay nadie al otro lado. Por eso lo bonito es crear una comunidad de gente con la que jugar», subraya.
Más allá del ‘gaming’

Aunque Twitch es una plataforma que se suele asociar a los jugadores, en realidad hay muchas categorías más de contenidos: charlas, viajes, música, cocina, deporte, ciencia, bellas artes… Hay incluso gente que se graba durmiendo o comiendo. José Rey (43 años), por ejemplo, tiene un canal dedicado a la meteorología y otro de entrenamiento personal: «Es simplemente una afición, no vivo de ello. Yo ya miraba al cielo antes de aprender a hablar. Cazar tormentas es mi ‘hobby’, así que antes de verano decidí pasar de Youtube a Twitch, donde emito 24 horas los datos meteorológicos de mi zona, La Rioja, gracias a un anemómetro y varias ‘webcam’. Hay que tener cuidado con las cámaras y la ley de protección de datos, algún vecino ya se me ha quejado». Cuando hay fenómenos adversos, lógicamente, mucha más gente se asoma a su ventana digital. Incluso bomberos y agentes de Protección Civil, presume. «Eso es lo más gratificante, lograr ser útil para los demás».
Aunque a primera vista parezca que los hombres suelen ser más atrevidos a la hora de lanzarse a Twitch, cada vez hay más mujeres que se animan a compartir también sus aficiones. «Hay muchas jugadoras profesionales de videojuegos que están ganando cada vez más visibilidad, aunque todavía se ve mucho machismo. Yo misma acabé inmersa en una situación bastante comprometida en la que un usuario comenzó a burlarse de nuestros vídeos en directo. No es la norma.
En Twitch manda el entretenimiento, es un mundo en el que hay muy buen rollo», señala Carmen, que ahora no puede dedicarle a la plataforma el tiempo que le gustaría no solo porque está estudiando un máster, sino también porque comparte piso. Y la única forma de seguir creciendo, admite, es sumar horas de rodaje.
«Hay que tomárselo con tranquilidad. Lo más sano es seguir haciendo cada directo por la razón por la que hiciste el primero, para divertirte, por la pasión que te llevó allí. Es lo más realista. Si piensas solo en monetizar cada una de tus emisiones o en hacerte famoso acabas quemado. No puedes sentir que por no lograr eso sea un fracaso», cuenta con filosofía y optimismo. «Es como quien toca la guitarra y crea un grupo en el pueblo», resume Arjona.