El trabajo de los arqueólogos no se diferencia mucho del de los detectives. Los investigadores a menudo recurren a la patología forense para determinar el contexto en que murió un ser humano, pero los cuerpos de esta fosa común hallada en Croacia se resisten a cualquier explicación.
El hallazgo de la fosa se remonta a 2007. Un vecino de la pequeña localidad de Potočani estaba cavando los cimientos para un garaje cuando las intensas lluvias destaparon un pozo de dos metros de ancho y tres de profundidad con 41 cuerpos. Al principio los investigadores pensaron que podían ser víctimas de la Segunda Guerra Mundial o de la Guerra de Independencia de 1990, pero la falta de objetos modernos pronto puso el caso en manos de los arqueólogos de la Universidad de Zagreb.
La datación por isótopos de carbono de algunos pequeños fragmentos de arcilla hallados en la fosa común reveló que los cuerpos fueron enterrados hace 6.200 años y por tanto corresponden a la edad del cobre. Los arqueólogos llevan desde entonces estudiando los restos y nada de lo que han averiguado sirve para explicar el mayor misterio de la fosa de Potočani. ¿Por qué los mataron?
Tampoco es que los seres humanos necesitemos razones de mucho peso para maternos unos a otros. Llevamos miles de años asesinando a nuestros semejantes por las razones más peregrinas, pero normalmente, las motivaciones para estos actos de violencia suelen aflorar cuando se estudia a las víctimas. Xenofobia, sacrificios rituales, batallas, litigios entre familias o entre aldeas… Las fosas comunes cuentan la historia de las víctimas y sus asesinos, pero la falta de respuestas en este caso es llamativa.
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La fosa de Potočani tiene 41 cuerpos que fueron arrojados a ella sin ningún orden ni cuidado. Eso y la falta de artefactos u objetos funerarios denota que los ejecutores no se molestaron mucho en hacer exequias, y descarta también un entierro asociado a algún sacrificio ritual o ceremonia religiosa.
Los cuerpos pertenecen a una mezcla realmente heterogénea de edades y sexos. Hay mujeres y hombres, jóvenes, ancianos y hasta niños de muy corta edad. 21 de las víctimas tenían entre 2 y 17 años en el momento de la muerte. Las otras 20 tenían entre 18 y 50. 21 eran hombres y 20 mujeres. El análisis genético revela que solo 11 de las víctimas tenían algún parentesco, pero compartían ancestros comunes. En otras palabras, eran miembros de la misma tribu. Esos dos datos descartan cosas como que las víctimas fueran el resultado de una trifulca entre familias o un acto de violencia xenófoba hacia un grupo de personas extranjeras recién llegadas a la zona. Ese fue el caso, por ejemplo, de una fosa común del Neolítico hallada en España en la que el análisis genético reveló una masacre de extranjeros de la misma etnia. Este no es el caso. Las víctimas eran vecinos, y los ejecutores casi con toda seguridad también.
El análisis forense de los cuerpos revela que todos ellos murieron debido a golpes muy precisos y contundentes en la cabeza, pero no hay más daños. Eso descarta que los 41 cuerpos fueran el resultado de una batalla o de una masacre por parte de invasores de otra tribu. Cuando una persona es atacada instintivamente levanta los brazos para proteger la cabeza y eso deja cortes y traumas en los antebrazos. Una batalla deja igualmente todo tipo de cicatrices en los huesos, por no mencionar que en los restos de una contienda entre personas armadas suele haber soldados adultos, no ancianos ni niños. También es una práctica común entre los invasores el matar a los hombres pero llevarse a las mujeres. En este caso no hubo esa discriminación.
Los agujeros en el cráneo demuestran que la mayor parte de los golpes mortales se hicieron desde atrás, lo que sugiere que los aldeanos fueron ejecutados y, o bien estaban maniatados, o bien no hicieron ningún intento por defenderse. La ausencia de indicios religiosos o rituales hizo pensar a los investigadores que quizá la masacre fue el resultado de un intento más práctico que ceremonial por contener algún tipo de enfermedad, pero el análisis de los huesos no ha revelado la presencia de patógenos infecciosos. Las víctimas aparentemente estaban sanas cuando las asesinaron.
No eran soldados, y la mezcla de edades tampoco sugiere que fueran delincuentes. ¿Qué lleva a los miembros de una tribu a seleccionar al azar a 41 de sus propios vecinos y a ejecutarlos para después arrojarlos a una fosa común sin miramientos? La pregunta sigue en el aire. En otras regiones Europeas como Austria o Alemania han aparecido fosas comunes que denotan masacres arbitrarias muy similares que se remontan a hace alrededor de 5.000 años. Ninguno de los casos ha podido ser explicado aún. Los investigadores barajan la hipótesis de que las muertes eran una forma de regular la población en momentos en los que los recursos escaseaban y la tribu prefería sacrificar a parte de sus integrantes que matar a todos de hambre, pero la falta de rituales funerarios o ceremonias de despedida no encaja mucho con esa idea. Quizá algún día aparezca la clave que explique estas masacres. De momento solo nos queda la desasosegante certeza de que el ser humano no necesita muchas razones para recurrir a la violencia. [PLOS One vía Science Alert]