El pasado mes de diciembre de 2020, los investigadores del programa Breakthrough Listen comenzaron a estudiar una intrigante señal de radio proveniente de la estrella más cercana a la Tierra, Próxima Centauri. Casi un año más tarde, el estudio de la señal ha determinado que ni es una transmisión de origen extraterrestre. De hecho ni siquiera es natural.
El equipo del telescopio Parkes en Australia que captó la señal en ortigen ni siquiera fue consciente de ello. La señal formaba parte de un montón de datos sobre Próxima Centauri que los astrónomos estaban recopilando en mayo de 2019 en busca de llamaradas solares en su estrella. Sin embargo, el observatorio pertenece al programa Breakthough Listen de búsqueda de inteligencia extraterrestre, por lo que acabaron sobre la mesa de Shane Smith, un becario del programa SETI en la Universidad de Berkeley. Fue Smith el que llamó la atención sobre la señal más de un año después de su recepción.
El programa de búsqueda de inteligencia extraterrestre Breakthrough Listen ha bautizado la señal como BLC-1 (Breakthrough Listen Candidate-1) y sí. Se trataba del primer candidato serio en la historia del programa desde que se puso en marcha en 2015, y la candidata más firme desde la famosa señal Wow! Se da la curiosa circunstancia de que ni los propios astrónomos del programa pensaban que fuera a ser realmente una señal extraterrestre, y de hecho no querían hacer pública su existencia hasta que la analizaran. Si llegamos a saber de ella es porque se filtró.
Las conclusiones sobre la BLC-1 acaban de publicarse ahora en dos estudios de Nature Astronomy, y han dado resultados negativos. No solo no hay evidencia alguna de que se trate de una señal extraterrestre, sino que tampoco concuerda con una señal natural producida por algún fenmómeno astronómico, que al menos hubiera sido el premio de consolación.
¿Qué era BLC-1 entonces? La doctora Sofía Sheikh, principal autora del estudio cree que se trata de una interferencia originada aquí en la Tierra. “La señal se repite a intervalos regulares que se corresponden con múltiples frecuencias de osciladores presentes en varios dispositivos electrónicos”, explica la investigadora. Es muy difícil saber con seguridad qué dispositivo concreto provocó esa interferencia. Sheikh cree que, de hecho, es muy probable que se trate de varios dispositivos cuya señal se superpuso hasta generar un patrón realmente inusual, pero cuyas características son inequivocamente terrestres. El análisis matemático de esos patrones no deja lugar a dudas.
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De todas maneras, Proxima Centaury es un pobre candidato a albergar vida extraterrestre. Tiene un planeta en zona habitable, sí, pero su estrella es una enana roja muy activa y sus frecuentes llamaradas probablemente hayan destruido la atmósfera de Próxima b y bañado su superficie en tanta radiación que el planeta no sea apto para la vida tal y como la conocemos. [Nature Astronomy vía IFL Science]