En 2014, después Tras la desaparición de 43 normalistas de Ayotzinapa en México, Silván y otros profesionales de CentroGeo se sumaron al consejo científico asesor del caso. Durante la búsqueda de los estudiantes, distintos grupos civiles y brigadas gubernamentales detectaron decenas de fosas ilegales. En menos de 10 meses, la Fiscalía General de Justicia de México contabilizó 60 sitios y 129 cadáveres en el estado de Guerrero. Como resultado de los allanamientos se descubrieron 300 fosas ilegales. Desde entonces, el número de fosas clandestinas no ha hecho más que crecer.
Nadie anticipó la magnitud de este horror. el informe“En busca entre el dolor y la esperanza: Hallazgos de fosas clandestinas en México 2020-2022”, expone con datos hemerográficos que en esos dos años se registraron 1,134 fosas clandestinas, con 2,314 cuerpos y 2,242 restos. En términos proporcionales, Colima reportó la tasa más alta de fosas ilegales, con 10 por cada 100.000 habitantes. Le siguieron Sonora, Guanajuato, Guerrero, Sinaloa y Zacatecas.
Por número de casos destacan Guanajuato, Sonora y Guerrero. Estas tres entidades concentran el 42 por ciento de los registros. Para abril de 2023, una investigación periodística de Quinto Elemento Lab informó que el número de entierros ilegales llegó a 5,696 fosas clandestinas, y que más de la mitad de ellas fueron detectadas durante la actual administración federal.
Empleando su campo de estudio, teledetecciónJosé Luis Silván utiliza imágenes captadas con satélites, drones o aviones, de las que extrae información geoespacial utilizando conocimientos de la física de la luz, las matemáticas y la programación. Las imágenes multiespectrales e hiperespectrales capturan información del subsuelo utilizando sensores que registran longitudes de onda de luz imperceptibles para el ojo humano, lo que las hace útiles para la búsqueda.
En 2016, durante un primer estudio realizado por investigadores de CentroGeo, simularon entierros con cadáveres de cerdos para evaluar el potencial del uso de cámaras hiperespectrales en las búsquedas y conocer qué información de los sensores les era útil. Los investigadores mexicanos sabían por investigaciones realizadas en otros países que la detección exitosa con estas técnicas depende, en parte, de poder reconocer cómo cambian los cadáveres (y sus imágenes espectrales) en diferentes suelos y climas.
El experimento se llevó a cabo en un terreno arrendado en el estado de Morelos. Allí enterraron a siete animales y evaluaron durante seis meses la luz reflejada por el suelo en diferentes longitudes de onda. Concluyeron que una cámara hiperespectral, que proporciona más de cien capas de datos, tiene el potencial de detectar entierros clandestinos, aunque la técnica sólo es efectiva tres meses después del entierro. Intentaron gestionar la adquisición de una cámara y un dron (valorados en 5 millones de pesos) a través de la Comisión Nacional de Búsqueda, pero no tuvieron éxito.